Manuel Alfredo Álvarez Souto «Alfredo da Queixeira» (Codeseda, 1920 – Salamanca, 2011)
«Embajador de Gallegos»
Nació el día 8 de diciembre de 1920, en la casa de “A Queixeira” en el lugar de A Devesa, parroquia de Codeseda. Fueron sus padres Alfredo Álvarez Vaamonde y Josefa Souto Trabadela. De este matrimonio hubo también una hija llamada María del Carmen, que contrae esponsales con José Fragoso Picallo, teniendo dos hijos, Alfredo y Manuel.
Me cuentan sus compañeros y buenos amigos de su época infantil y adolescente, que era un muchacho admirable. Cuando llegaba el verano se iban todos a bañar al rio Umia que atraviesa la localidad y en el lugar conocido por A Sieira, se bañaban estos jóvenes que eran muchos por aquella época. Había un árbol al pie del río de una considerable altura, y a cada rama se le daba una categoría, siendo la de más prestigio la más alta, pocos o tan solo uno era capaz de zambullirse en el agua desde esta última, este era Alfredo muchacho de gran valor y coraje, se lanzada desde ella dejando perplejos a sus compañeros de baño.
Fueron pasando los años y este joven, intrépido se encuentra aprendiendo a conducir en A Estrada con Pancho, taxista estradense que poseía tres vehículos. En una España inmersa en una guerra fratricida, la miseria y penuria invadía las casas campesinas, donde eran requisados los alimentos para el frente. Cuando aun no contaba la mayoría de edad, no dudo este muchacho en alistarse como voluntario, estando destinado en el frente de Asturias, donde combatió en primera línea, y en más de una ocasión comentaba. “Que non morreu por que Deus non quixo” alcanzando con el paso del tiempo el destino de conductor de un jefe militar, que con el paso de los años alcanzaría el grado de general.
Finalizada la Guerra Civil, se traslada a la ciudad de Salamanca y sigue como conductor del general, que le tiene gran estima al joven gallego. Allí conoce a doña Teodora Redondo, con la que contrae esponsales. De este matrimonio quedaron dos hijas, María José, que le daría dos nietos, Isidro y María José. Lucía, que igual que su hermana le da otros dos nietos llamados Alberto y Marta.
Alfredo trabaja en la empresa familiar, de traslado de reses, que poseen su suegro y dos hermanos más, pero Alfredo, hombre emprendedor anima a su suegro a montar la empresa de trasportes de reses bravas entre los dos. Y aquí es donde comienza a florecer esta gran empresa. Durante su dilatada trayectoria alcanza el cargo de gerente general de la empresa Álvarez Mosquete. Esto hace que Alfredo se relacione con lo mejor del mundo de la tauromaquia en especial con la salamantina, conoce a muchos toreros, pero al que de verdad aprecia y admira es a Santiago Martín “El Viti”, natural de Vitigudino de donde le viene el apelativo. Tiene trato directo con todos los ganaderos de los que obtiene una gran confianza depositando todos sus intereses en la empresa de Alfredo.
Alfredo estaba tan integrado en Salamanca, siendo muy querido y respetado, que muchos incluidos la prensa le conocían, por Alfredo Álvarez Mosquete. Y había quien decía que por ir al lado de Alfredo se podía llegar a pagar. Alfredo hablaba el francés correctamente, probablemente debido a los muchos viajes que realizaba al sur de Francia.
Primo Vázquez Borrajeiros, natural de Trabadela perteneciente a la parroquia de Ribela de este concello, y vecino de la ciudad de Pontevedra, que en la actualidad cuanta con 84 años de edad y con una mente despierta y lúcida, quien me relata que comenzó a trabajar con Alfredo en Salamanca, allá por el año de 1953 y permaneció en la empresa MOSQUETE, seis años, en la conducción y traslado de reses bravas a la mayoría de plazas de toros españolas, y las del sur de Francia. Cuando comenzó disponían de camiones muy viejos, que con el paso del tiempo adquirieron dos camiones importados de Inglaterra. Renovándose constantemente llegando a disponer de la mejor flota de trasportes del mercado.
Por su casa pasaron muchos vecinos de Codeseda en particular, y de Galicia en general, todos eran bien recibidos, Alfredo se mostraba agradable y cercano a ellos, recorriendo con ellos los rincones más bellos de la magnífica ciudad de Salamanca de la que era un enamorado.
Nos ha dejado este apreciado y distinguido amigo, en febrero de 2011. Alfredo permanece en el recuerdo de todas aquellas personas que le han tratado y admirado, muchos han sido los que me hablaron mucho y bien de este personaje y en lo que todos coinciden es en nombrarle Embajador de los Gallegos.
Una de las personas que durante años trató a nuestro amigo Alfredo, fue Genaro Pena Chicharro, natural de Codeseda, y en la actualidad vecino de Madrid, quien muy amablemente nos remite un resumen muy detallado que nos confirma como era Alfredo Álvarez Souto. Sirva este breve artículo para ensalzar las nobles virtudes de este hijo de Codeseda que siempre mantuvo la morriña de su tierra extrañándola y amándola con todo fervor.
Texto elaborado por Luís Manuel Ferro Pego
Notas sobre mi amistad con Alfredo. Texto de Genaro Pena.
Conocí a Alfredo en Salamanca allá por el año 1967. Fue durante una visita que mis padres hicieron a ésta ciudad, pues en aquellos años yo estaba trabajando en Dragados y Construcciones para la construcción de la Presa de Almendra, situada en el rio Tormes, pocos kilómetros antes de su desembocadura al Duero.
Cuando mis padres llegaron a Salamanca pronto preguntaron por Alfredo y éste fue a saludarles, junto con su esposa, al hotel donde estaban alojados. Yo tenía que trabajar y fue Alfredo el que les enseñó la ciudad y les acompañó durante los cuatro días que allí estuvieron. Les invitó a su casa y siempre les trató con las máximas atenciones posibles.
Recuerdo una anécdota: uno de aquellos días mi madre tuvo un fuerte dolor de muelas y fue Alfredo el que personalmente la llevó a la consulta del mejor dentista que por aquella época había en Salamanca y que además era buen amigo suyo. Inmediatamente mi madre fue magníficamente atendida. Debido a su amistad con Alfredo el Doctor no cobró nada por las dos visitas que mi madre tuvo que hacer y en las dos veces Alfredo acompañó a mis padres.
Algunos meses después invité a Alfredo, a su esposa y a sus dos hijas a la fiesta que todos los años organizábamos en el recinto de la obra. Allí había trabajando casi tres mil personas y la gran mayoría éramos gallegos.
Aquel año yo formaba parte de la comisión de festejos y Alfredo me había asesorado bastante. Allí llevamos a la orquesta de “Chucho de Troans” (Cuntis) y a las mejores “pulpeiras” de Orense. Las sardinas y el vino Albariño llegaron a la zona de Cambados. Un carnicero de Chantada, buen amigo mío, sacrificó varios becerros para asar en pleno campo salmantino. Alfredo conocía también al carnicero.
El día principal de la fiesta, Alfredo con su familia comieron en la residencia en la que yo vivía. Todavía recuerdo el abrazo que se dieron Alfredo y el encargado de la residencia, cuando se vieron. Ambos se habían conocido haciendo “la mili” en Salamanca.
Durante esa época Alfredo fue el chofer del general jefe del regimiento de Salamanca. Pasando el tiempo Adolfo, que así se llamaba el encargado, me hablaría mucho de Alfredo, de su simpatía y del gran aprecio que le tenían sus compañeros. Desde entonces yo fui el mejor tratado de entre los 24 residentes.
En aquellos años yo estaba todavía soltero, pero ya conocía a la que años más tarde sería mi esposa. Curiosamente Alfredo conocía también a su familia. Todos los fines de semana que yo iba a Salamanca me encontraba a Alfredo. A primera hora de la tarde lo veía en el Gran Hotel y a medio día en la cafetería Toscano.
En todas partes era Alfredo una persona querida y apreciada. Recuerdo que unos días antes de casarnos, el dueño y encargado de la cafetería “El Corzo” de Salamanca cerró a medio día para ofrecernos un gran aperitivo a los novios y a Alfredo; nos acompañaban también los camareros de turno.
Alfredo era una persona muy querida y conocida en Salamanca, sobre todo por la “cuernocracia salmantina “ apelativo con el que eran conocidas las gentes del “mundo del toro”. Alfredo era conocido también por el nombre de Mosquete o Alfredo Mosquete. Este sobrenombre le venía de su suegro que tenía una empresa de transporte de ganado con seis u ocho camiones, llamada “transportes Mosquete”.
Todas las ganaderías salmantinas trabajaban con Alfredo, tanto para llevar ganado bravo a las corridas de toros, como para trasladarlo entre las distintas fincas. Prácticamente todo el ganado bravo que salía de Salamanca para las corridas de toros de Barcelona, Valencia, Sevilla y las plazas de toros del sur de Francia se cargaba en los camiones de “Transportes Mosquete”.
En el Gran Hotel de Salamanca, lugar donde se reunían los ganaderos, pasamos juntos Alfredo y yo muchos y muy buenos ratos por las tardes. Alfredo jugaba con frecuencia a los dados y siempre ganaba. Nunca le vi jugar a las cartas o al dominó. Recuerdo a Don Alipio Pérez, que por aquellas fechas era el “gran patriarca de la cuernocracia salmantina” que cuando entraba a tomar café siempre saludaba a Alfredo y decía sonriente y dirigiéndose a los compañeros de partida: “Alfredo os ganará siempre”.
Alfredo respiraba y transmitía felicidad a todas las personas que le acompañaban o le conocían. Un buen amigo mío y también de Alfredo, me dijo un día que “se podía pagar por estar al lado de Alfredo”.
Alfredo fue una persona que sabía dialogar. Todo lo que él hablaba parecía interesante y sabía escuchar con atención a sus interlocutores. Siempre parecía estar alegre. Tenía una sonrisa plena, franca y agradable en su rostro y sus ojos también sonreían.
Le gustaba mucho hablar de Codeseda y siempre que regresaba de visitar a su familia me contaba con detalle donde y con quien había estado.
Alfredo asistió a mi boda y yo asistí también a la boda de la de una de sus hijas que se casó en Salamanca.
Hubo una época en la que Alfredo y yo tuvimos bastante relación con Manolo Garrido, sobrino de “Abelina do Ferreiro” de Codeseda. Yo conocía a Manolo de cuando siendo joven venía a Codeseda a pasar unos días en el verano a casa sus tíos. Fue Alfredo el que nos contó aquel dicho que dice: “se queres que non te queimen as moxicas, cheiralle o cu o Ferreiro”. También, para mejor rematar una cuestión, con frecuencia decía: “…espera, que por un pouco de fariña non queden as papa ralas..” y después decía o hacía lo conveniente.
Alfredo se encontraba muy a gusto en Salamanca. Con frecuencia me repetía: “vive en Salamanca por mal que te vaya y bebe agua del Tormes por turbia que vaya”.
Pasear con Alfredo por las calles de Salamanca era ir saludando a todas las personas que pasaban a nuestro lado. Recuerdo las risas de Santiago Martín “el Viti” un día que nos encontramos con Alfredo. Íbamos mi cuñado Sixto, Santiago y yo paseando y nos encontramos con Alfredo que pronto empezó a recordar con Santiago las tardes de toros y sus “aventuras” en Barcelona.
La última vez que vi a Alfredo fue hace doce o tal vez quince años. Recuerdo que iba cruzando una calle ya muy cerca de su casa y le acompañaba uno de sus nietos, que en aquel entonces era ya Ingeniero de Caminos. También conocí a una sus nietas, una chica muy guapa y con un gran parecido a su abuelo. La chica asistió a la boda de una de mis sobrinas de Salamanca.
Texto elaborado por Genaro Pena y Luís Manuel Ferro Pego