La desesperación de los agricultores por las continuas embestidas de los jabalíes contra sus cultivos ha culminado esta semana con una vendetta anónima contra la fauna salvaje. Los afectados se han hartado de asumir con normalidad las pérdidas provocadas por las constantes incursiones del jabalí en sus plantaciones y han tomado la justicia por su mano. El gobierno carece de ayudas a los agricultores para paliar los daños provocados por los jabalíes, pero la ley también prohíbe expresamente sacar la escopeta y ensañarse con la cabaña local.
La escopeta sólo la han sacado de momento los cazadores que los fines de semana participan en las batidas autorizadas por la Consellería de Medio Ambiente. Pero alguien debe creer que la puntería de los deportistas no es suficiente y ha puesto en marcha medidas de refuerzo para mermar la población de jabalíes. En la aldea de Marcenlos, al borde mismo de la carretera, una hembra de jabalí de unos setenta kilos de peso apareció ayer ahorcada en un pino. El animal estaba colgado del árbol por un lazo de metal que fue utilizado como trampa. El jabalí metió la cabeza en el lazo de acero y, al intentar sacarla, apretó el nudo y quedó preso.
El desnivel de más de dos metros existente entre el monte dónde se colocó la trampa y la carretera sobre la que cayó el lazo dejó al animal colgando sobre el vial como un ahorcado. La tétrica estampa se mantuvo hasta que los agentes de Medio Ambiente dieron parte del hallazgo del animal, que será enterrado hoy.
Las trampas y cebos para jabalíes están prohibidas y penadas por la ley. Sin embargo, ésta no es la primera vez que se utilizan en la zona. Su colocación en el monte es bastante habitual, aunque esta es la primera vez que el cuerpo inerte queda a la vista al borde de la carretera. La carne de jabalí no es aprovechable a no ser que el animal se desangre al momento de su muerte. Es evidente, entonces, que las trampas sólo intentan «equilibrar» la «superpoblación» de jabalí. Los vecinos creen que el animal no corre peligro alguno de extinción y aseguran que, al ritmo actual, lo que acabará desapareciendo es la agricultura local.