Nació en 1845 en la aldea estradense de Xestás (Liripio), y fue una de las víctimas mortales por la gripe en 1911. Pero Ramón Garrido no se marchó para ser olvidado a los pocos años. Pronto hará cien años de su muerte, y por ahí anda revoloteando todavía su espíritu inquieto, las historias, cuentos y leyendas que le rodearon. La chispa luminosa -expresión robada- de sus ocurrencias, su sabiduría popular y su improvisación pululan todavía por su parroquia y por todo el municipio. Ramón de Liripio vive, y vuelve para posarse.
David Otero ha querido recuperar su figura, su espíritu ingenioso y su particular filosofía de pobre de naturaleza, casi de devoción. Acaba de publicar un libro, editado por la Fundación Cultural de A Estrada, que titula Ramón de Liripio, un colo no que contar.
El trabajo descubre a un hombre que es historia en las tierras altas del Umia, uno de sus personajes populares más míticos; era talentoso, ocurrente y hasta soñador.
Sus anécdotas, respuestas ingeniosas y salidas de tono se ajustan a la filosofía más popular de Galicia, y forman parte de las leyendas y de los cuentos de abuelos de Liripio y entorno.
Si tenía una profesión era la de labrador, y la de pobre. Quizá estudió en un seminario, pero sólo es una teoría. Su ingenio quizá nacía de algún leve retraso mental. Pero sentó cátedra y dictósentencias en el Liripio de final del XIX. Casi todas han llegado a nuestros días, por transmisión oral
Una breve historia puede definirlo y pintarlo. Cansado de que le llamaran para limpiar maíz por la parroquia, durante largas jornadas y a cambio de un plato de comida, el bueno de Ramón subió a un muro, cuando todos salían de misa, y rogó, pidiendo compasión, que ningún vecino sembrara más maíz del que pudiera recoger personalmente.